Caligrafías I

Ramón Bilbao, “Pensamientos II”, 1996.

Ramón Bilbao, “Pensamientos II”, 1996, técnica mixta sobre metal, 39,5 cm de diámetro.

Diré que por esas fechas el artista vivía un momento augural. En su obra se había instalado de manera fehaciente la escritura, la grafía o caligrafía de palabras y frases minuciosas, imbricadas, de difícil –aunque no imposible– lectura, pero con un significado real, consecuente. Ramón Bilbao “pintaba”, ello era innegable –no otra cosa ha hecho que pintar, magníficamente, en su amplia y fecunda trayectoria–, pero “escribía”, a la vez. ¿A quién? A nadie, o a sí mismo, se me ocurriría responder, con la salvedad de que el “a sí mismo” ha de interpretarse como otra posibilidad de destinatario –el principal; “conócete a ti mismo”, recomendaba Sócrates–, no como una equivalencia literal del “a nadie”. Quiero ser preciso: Ramón Bilbao pintaba y escribía –actitudes sinónimas– al tiempo.

La recomendación socrática acerca del conocimiento propio es la misma –sin uno es capaz de “escuchar” la persuasiva voz de lo que no se oye– que la que T. S. Eliot hace en los Cuatro cuartetos: “Solo a través del tiempo se conquista el tiempo”. Pintar no es solo representar, sino que es también inquirir. Pintar es preguntar, más allá o más acá de lo que la representación conlleva en términos de “plasticidad”, conforme a un esquema habitual de signos reconocibles. Solo a través de una dimensión que no parece poética –por lo rotunda, más pareciera prosa– se adquiere conciencia de esa dimensión: la noción de las cosas y la de lugar. O el sentido de las cosas en su lugar. Pensamientos más eminentes que el mío –mi función, en este aspecto, es la de un modesto gregario– han entendido ese lugar como un –a mi modo de ver– ámbito, de geografía envolvente, como si la localización de “lo que es” se significase en una dimensión circundante. El tiempo que los serenos versos de Eliot parecen marcar en un sentido lineal, unidireccional, podría ser interpretado

también “geográficamente” de manera circular, sobre todo si como certeramente siente el poeta “en mi principio está mi fin”. El tiempo circular, esto que nos rodea en todos los sentidos y en lo que estamos, esta inmensa esfera, este infinito quieto, dinámicamente quieto, como el tiempo esta tarde, este instante en que Ramón Bilbao pinta y escribe, lo súbito, lo demorado, billones de instantes comprendidos en un instante, lo inmensurable contenido en el medible tamaño del lienzo.

El proyecto de autoconocimiento del pintor era de tal naturaleza –voy a decir el indágate o pregúntate a ti mismo– que llegó a crear su propio abecedario. Un sistema plástico de letras con las que poder articular lo denotado por la pintura; así pues, por la escritura. ¿Se “replegaba” Ramón Bilbao, se interiorizaba? ¿Se abstraía, optaba pictóricamente por un lugar en lo hermético? Quienes hayan seguido los coherentes pasos dados por este gran artista en su biografía habrán comprobado cómo, entre varios confluyentes principios, su trabajo ha sido regido esencialmente por dos: claridad y rigor. Desde cuando preguntaba a la realidad y se respondía en un espacio pictórico de poderosa raíz expresionista, a cuando trató de penetrar esa misma realidad, y alcanzó a desvelarla hermosamente según un cierto orden de la geometría, un cierto ritmo “cubista” –donde ya se aprecia un sentimiento envolvente de lo real, como si la realidad fuese el tiempo–. Y hasta que adquiere el arraigo de que ciertamente la realidad, lo real es tiempo. Desaparece, no bruscamente, poco a poco, por una “lógica” de la representación la figura, y va surgiendo o haciéndose una adecuada forma de la imagen, de “imaginar”, en tanto que Ramón pinta o escribe al tiempo. Como el poeta: sin angustia ni melancolía.

Miguel Logroño

Ramón Bilbao, “Otra evidencia”, 1995.

Ramón Bilbao, “Otra evidencia”, 1995, técnica mixta sobre tela y tablero, 75 x 104 cm.

Ramón Bilbao, “Simbiosis”, 1994.

Ramón Bilbao, “Simbiosis”, 1994, técnica mixta sobre tablero, 151 x 182 cm.

Ramón Bilbao, “La palma de la mano”, 1998.

Ramón Bilbao, “La palma de la mano”, 1998, técnica mixta sobre tablero, 162 x 244 cm.

Ramón Bilbao, “En estas manos y con ellas”, 1998.

Ramón Bilbao, “En estas manos y con ellas”, 1998, técnica mixta sobre lienzo y tablero, 162 x 262 cm.